miércoles, 28 de julio de 2010

Ropas negras

Nunca estás preparado. Aunque sepas que el final está cerca y la agonía haya sido lenta, nunca estás preparado. Los veo a todos muy conmovidos, parece que se les han olvidado los malos ratos y no dejan de decir “qué bueno era” y otras tantas de esas frases. Ellos, inconsolables, no estaban listos ¿y yo? yo tampoco, yo no sé qué decir, cómo actuar. Para mí, ésta es como otras muertes… no me duele. Miro alrededor y sólo veo caras tristes, caras largas, mientras permanezco sentado en el rincón, a la víspera del momento en que pueda escabullirme para ir a ver mi programa en la televisión.

Yo no comparto ese nudo en la garganta, esa nostalgia, ni ese vacío. Estoy más frio que el muerto o la resignación me llega siempre por adelantado. Tal vez deba acercarme al padre que carga el incensario, al tío doctor que mira por la ventana o a la amiga psicóloga, la del ondulado cabello. Alguno de ellos debe saber qué es lo que pasa. O tal vez no debería, no sentir nada es muy cómodo y preferir la comodidad es tan humano como llorarle a los muertos. No debo estar tan mal entonces, aunque ni siquiera puedo burlarme, al contrario, bienaventurados ellos porque si es cierto que lloran, también pueden reír, sentir cariño y a veces, sólo a veces y sólo algunos, hasta pueden sentir amor. Casi olvido cuántas veces he fingido sentir el calor de un abrazo, estrechar una mano o disfrutar unos labios. La verdad es que ya todos me saben a lo mismo. Y ni qué decir de un cuerpo hermoso, yo sólo he tocado poros ¿o qué más tienen para ofrecer?

Me está aburriendo mucho esta pasarela de ropas negras. Para olvidarlo entraré al cuarto a ver algo de porno… así que no olvides tocar antes de entrar, harás bien y mal.

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